REPORTAJE: MAESTROS DEL PERIODISMO Jean Daniel Fundador de 'Le Nouvel Observateur'
"La capacidad de hacer el mal que tiene el periodista es devastadora"
JUAN CRUZ 18/01/2009
· Jean Daniel tiene su estudio lleno de fotografías, y entre todas destaca las que guarda de su maestro, Albert Camus, que es para él no sólo un paisano (Argelia les une, la guerra de Argelia les dividió) sino una fuente constante de inspiración. Le acaba de dedicar un libro, Camus a contracorriente (Galaxia Gutenberg), que es al tiempo un homenaje al periodista e intelectual que fue premio Nobel de Literatura, sino que es también un libro de estilo para ejercer este oficio.
"La fascinación
"Puede ocurrir que los periódicos de hoy sean mañana suplementos de Internet"
"Hemos perdido los instrumentos de previsión. Obama es la confirmación total de ello"
"La filosofía de la transparencia, cuando se lleva al extremo, viola la vida privada"
En ese libro hay una imagen, de la que no hay fotos, en las que se ve a Camus entrando en una boîte, con sus colegas del periódico Combat,resistente contra la ocupación nazi de París; habían hecho un buen periódico ese día, Camus estaba exultante y al entrar a la sala de copas exclamó: "¡Vale la pena luchar por una profesión como esta!" Jean Daniel tiene una larga trayectoria
En esa abigarrada colección de fotos que son las cuatro paredes de su estudio parisino hay alguna muesca de ese éxito, por ejemplo una información que le recuerda que en 1978 fue elegido el mejor periodista francés, el premio Príncipe de Asturias que le concedió la Fundación Príncipe de Asturias, y otras señales de su gran influencia, cerca, por ejemplo, del presidente Mitterrand. Es complicado escribir (en prensa) sobre los amigos políticos, pero en libros lo hace y lo hará, "porque ahí me puedo detener en detalles".
Ya tiene 88 años, mantiene alertas todas sus facultades, escribe sus artículos (también para EL PAÍS), viaja, presenta libros, y está en permanente contacto con la revista. Y con la realidad. Detrás de su asiento está la portada
Pregunta. Empezaré por una pregunta que usted le hizo a Albert Camus. ¿Cómo ha llegado usted a ser periodista?
Respuesta. Por casualidad. En mi generación los jóvenes con posibilidades de escribir no diferenciaban entre la filosofía, la literatura, el compromiso político y el periodismo; eran cuatro tentaciones. Los dioses de esta época, los maestros
P. Un encuentro trascendental.
R. Yo era muy, muy joven, y fue una suerte encontrar a Camus; yo hacía una revista,Caliban, y él me quiso conocer. Otra de las causas de nuestro encuentro fue la guerra de Argelia... Si no hubiera existido esa guerra, que fue tan importante para Francia, para el mundo árabe y para el mundo en general, no hubiera escrito sobre Argelia, probablemente, y quizá no hubiera tenido con él una relación tan intensa... Y desde que me hice periodista nunca he dejado de estar poseído por la necesidad de los libros. He escrito unos veinticuatro libros, y eso distribuye mis anhelos. Pero ha sido muy difícil hacerlos siendo director de periódico. Ser director de periódico no es lo mismo que ser periodista, en absoluto. A menudo es incluso peor. Está la presión de tener a jóvenes a tu lado; hay que animarles, hay que crear con ellos, la gente te concede poderes.
P
P. Se interesa por las personas. Y por el poder. ¿Cómo debe ser la relación
R. El poder fascina. Fascina a los periodistas muy a menudo porque si tienen el gusto por la literatura quieren saber cómo se hace la historia... La historia: los pueblos la sufren, los dictadores (o los poderosos) la hacen, y los periodistas la contemplan para describirla. Los periodistas están entre el poder y la historia. Y han de saber cómo funciona el poder, con la condición de que la fascinación no caiga en la complacencia, la indulgencia y la corrupción... Con esas condiciones es muy interesante ver cómo funciona un hombre que detenta todos los poderes. En este momento hay que desconfiar de todo, hasta
A mi me han ofrecido de todo: una casa en México, en Túnez también querían ser muy amables conmigo... He tenido la tendencia a ser más crítico cuanto mejor me recibían. Pero la relación
Es cierto que un dictador lo esconde todo, y nuestro papel es descubrir qué esconde. Pero se han pasado los límites: la filosofía de la transparencia, cuando se lleva hasta el extremo, por virtud o por vicio, llega hasta la violación de la vida privada. Y existe una intromisión nueva, la intrusión de la fotografía en la vida íntima... Cuando se traspasan los límites se llega a aberraciones. Mire lo que ha pasado ahora con Milan Kundera, el gran novelista checo, acusado de haber denunciado a un compañero... En aquel tiempo él tenía veinte años, ahora tiene setenta. No había pruebas. Los periodistas se fueron a Praga y no encontraron pruebas. Pero hubo un titular junto a una gran foto de Kundera: Kundera habría sido... Y con ese condicional, la enorme foto y el titular ya Kundera es... El texto en sí era honesto, pero el lector se fija tan solo en la imagen, y en la fuerza
P. Es el principio de la calumnia.
R. Absolutamente, salvo que la calumnia ahora se apoya en las nuevas tecnologías.
P. Internet es un instrumento que difunde rápidamente todo lo que toca.
R. Sí, es una posibilidad de multiplicación
P. ¿Cuál es su posición sobre el porvenir de la prensa a partir de la aparición de este poderoso instrumento?
R. ¡Si yo lo supiera! Saberlo es muy importante para mucha gente, también para los editores de periódicos. Es verdad que existe una crisis de la prensa; puede ocurrir que los periódicos de hoy sean suplementos de Internet. La realidad será Internet. Es una posibilidad. Con el libro no va a pasar lo mismo. Se ha demostrado que la gente quiere tener algo en las manos, un objeto
P. Camus decía que el periodismo era la información crítica. Acaso la velocidad puede cambiar esa definición de periodismo.
R. No es forzosamente malo reaccionar ante las opiniones. Además, esa velocidad proporciona una impresión inmediata
P. Debe ser muy bueno para un periodista... Balzac decía que si la prensa no existiera había que procurar no inventarla...
R. ¡Lo decía porque ya existía, existió siempre! En el sentido moderno existe desde Gutenberg y desde la invención
P. Sí, y hubo serenos.
R. Pues cuando un portero va a contarle a otro qué pasa en su casa, eso es el principio
P. En su libro sobre Albert Camus usted recoge cuatro pautas sobre las obligacionesde un periodista: "Reconocer el totalitarismo y denunciarlo. No mentir y saber confesar lo que se ignora. Negarse a dominar. Negarse siempre y eludiendo cualquier pretexto a toda clase de despotismo, incluso provisional". ¿Cuáles son para usted las obligaciones de un periodista hoy?
R. La lista de Camus sigue vigente. ¿Qué hay que agregar a esa lista? Probablemente, la capacidad de conocer las nuevas trampas de la tecnología. Cuando Camus enumera esas obligaciones no existía aun la televisión. Y el reino de la imagen lo ha cambiado todo, incluso la forma de escribir. Imagine un novelista que escribe una novela y en cada párrafo alguien le dijera que su nivel de audiencia baja o sube. ¡Escribir en función de la reacción inmediata
P. Esa simultaneidad afecta también a la vida privada, otra de sus preocupaciones. Dice usted que la amenaza a la vida privada es el peor defecto
R. Somos muchos los que pensamos eso; hay mucha gente que piensa que la transparencia es algo muy importante, y que si la vida pública se ha mezclado con la vida privada el lector tiene derecho a conocer ésta. Es una postura, y no es la mía en absoluto. Pero hay gente de alto nivel que piensa eso. Piensan que si Berlusconi mezcla su vida pública con sus intereses privados tenemos derecho a conocer detalles de esos hechos. Hay gente que no es deshonesta que piensa eso. Y eso nos puede llevar muy lejos.
P. Por eso dice usted que el periodista tiene un poder injusto.
R. Naturalmente, muy a menudo es así. La capacidad de hacer el mal que tiene el periodista es devastadora. En un día o en una hora se puede deshacer una reputación, se puede transformar a alguien que tiene fama de ser honesto en un terrible malhechor. Es un poder terrible.
P. ¿Y cómo se puede limitar ese poder sin llegar a la censura?
R. Es una apreciación difícil que depende en primer lugar
P. Usted advierte,
R. Es mejor ser el segundo pero verídico que el primero pero equivocado. Todo el mundo quiere ser el primero... En la época de Camus había un gran asunto, la violencia, y él quería ahondar más en eso, el asunto de las primicias estaba en segundo lugar... Hablé con él muchas veces de eso: cuándo acabará el Mal, cómo se da respuesta a la agresión, ¿se llega a imitar al enemigo? ¿Qué porvenir tendrá nuestra Causa si empleamos las mismas armas que nuestros enemigos? ¿Y el periodista, es honesto utilizando medios que considera inaceptables para otros? Ahora tenemos preguntas parecidas. ¿Qué hacemos con Irán? ¿Tenemos que hacer
P. "Sueño con un periódico que destierre todo tipo de mentira, en el que la virtud fue, no obstante, divertida, y en donde se defendieran encarnizadamente tres principios: los de la Justicia, el Honor y la Felicidad".
R. Muy de Camus... ¡El honor, tan castellano! No sé si hoy habría un periódico
P. Usted dice que el periodismo consiste en vivir la historia mientras ésta se hace. ¿Cómo ve la historia haciéndose ahora?
R. Hemos perdido los instrumentos de previsión; eso es lo más novedoso. No hay ciencia económica, no hay conocimiento analítico financiero: se han equivocado todos. Desde hace diez años se han equivocado todos. Hemos perdido los instrumentos de previsión y nos faltan paradigmas. Estoy rodeado de jóvenes economistas, muy seductores y muy simpáticos, pero si los reúno no saco nada en claro. Primero, porque no están de acuerdo entre ellos y cuando están de acuerdo no saben qué va a pasar. Levi-Strauss me lo ha dicho y lo he escrito: la ciencia es importante, todo el mundo se alegra de ello, pero nada es verdadero porque el mundo se ha vuelto imprevisible. Eso decía.
R. ¿Incluso con Obama?
R. Sobre todo con Obama. ¿Quién había previsto a Obama? Es la confirmación total de lo anterior. La historia de Obama es increíble. Uno de mis mejores amigos es un gran economista americano. Le conozco desde hace treinta años, es un banquero. La semana pasado hablamos por teléfono y al cabo de un rato me dice: "No sé quién será el secretario de Estado; cualquiera, menos Hillary Clinton". ¡Ese era el hombre en quien yo confiaba más desde hace décadas! Y al día siguiente llega la noticia
P. Usted recuerda esa escena: Camus llega a una boîte, está feliz por la edición
R. [Después de un largísimo silencio] Merece la pena. Sí, creo que merece la pena. He tardado en responderle porque me he vuelto muy preocupado y hasta un poco pesimista. Pero digamos que merece la pena luchar. Él decía: "Vale la pena". Yo digo que merece la pena luchar.
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