Friday, October 2, 2009

Articulo de Jesús Silva-Herzog Márquez

   

    Muy interesante lectura Rodolfo.  Me gustaría ondear en un párrafo específico:

 

"Las instituciones del liberalismo democrático se presentan como dispositivos del realismo cínico. Partiendo de la convicción de que el resorte de la acción política es el apetito de poder, se diseñan de tal modo que la ambición compense la ambición. Así lo dijo Madison en una famosa entrega de los documentos federalistas. Se confía así en los beneficios del conflicto: el choque de los apetitos como barrera contra el abuso. Cuando el poder se reparte y se enfrenta tenderá a distribuir sus beneficios a distintos grupos, impedirá la arbitrariedad, se acercará al interés común. La oposición combativa cancelaría así el capricho acercando la política al bien público." [Silva-Herzog 09]

 

Dentro de el concepto del "apetito del poder", aplicado a el funcionamiento del sistema democrático, existe algo esencial que el párrafo deja fuera que es la definición de los "distintos grupos".  Claro que lo primero que pasa por mi mente especialmente al leer el resto del artículo es:

 

Grupos = Poderes del gobierno y Partidos políticos.

 

Pero se nos olvida que Madison también se refería a grupos de ciudadanos que buscando un interés en especifico cabildean por sus intereses y forman otra parte de estas fuerzas balanceando el poder.  Bueno, entonces aquí pensé:

 

Grupos = Poderes del Gobierno, Partidos políticos, Grupos económicos, Comunicaciones, Grupos Sociales.

 

Hmm.  Entonces estos son los grupos tan mencionados que por sus acciones múltiples y dentro de sus campos e intereses llevan al país, pero y mis intereses.  Cuando quise redefinir a grupos agregando ciudadano común como su elemento más básico e indivisible me llego una pregunta.  Y como se representan mis intereses dentro de este esquema para que ese balance continué?  Claro me conteste rápidamente recordando lo que esta en mi cartera...mi credencial del IFE, El Voto! ese es el mecanismo como yo ejerzo mis intereses y fuerza, porque escucho las propuestas de los variados candidatos y voto por la mejor propuesta y esas son las que se implementan al final de cuenta... otra vez la duda...será?  Existe alguna forma de rendición de cuentas o medición ya en funciones?

Pues si, si no hacen un buen trabajo simplemente voto por otro partido y ya esta! pero entonces la rendición de cuentas es sobre el partido y mis opciones se reducen, aun mas, si yo comulgo con una u otra ideología.  Entonces como mido al candidato?  Definitivamente todavía no puedo llegar a la definición deseada por Madison (creo yo) de:

 

Grupos = Poderes del Gobierno, Partidos políticos, Grupos económicos, Comunicaciones, Grupos Sociales, Ciudadano Común.

 

Cada uno de estos grupos deben de tener mecanismo para ejercer su "apetito del poder" donde "poder" puede definirse de muchas diferentes formas para cada grupo y representa sus específicos intereses. 

Se entiende que los poderes del gobierno administran los recursos y el rumbo del país Y los partidos políticos están conectados a estos por medio de su membresía que conforma al gobierno.  Los grupos económicos y sociales por medio de su fuerza económica y/o la influencia de la cantidad de sus miembros ejercen influencia directa sobre los poderes de gobierno y partidos políticos.  Pero al ciudadano común le faltan mecanismos contundentes para ejercer su influencia, lo limitante es que esos mecanismo, dentro de una sociedad democrática, los define el estado.

 

PROPUESTA.

 

Incluyan de alguna forma en el mecanismo ya controlado y secreto del voto actual una forma sencilla de calificar al actual gobernante, por ejemplo con una escala del 1 al 5. 

Por ejemplo en la elección de un presidente municipal:

  1. Dentro del voto normal para los candidatos futuros existiría el nombre del actual presidente con una fabulación del 1-5.
  2. El ciudadano vería el nombre y ejercería su calificación basado en su impresión de el gobierno pasado.
  3. El IFE tabularía estos resultados.
  4. Almacenaría en un sitio consultable los promedios obtenidos por los gobernantes y legisladores.
  5. En Elecciones futuras se podría consultar las calificaciones del candidato para ver como hizo su función.

De esa forma existiría una cartilla en archivo de su desempeño pasado para sus aspiraciones futuras.  Esto podría ayudar a los políticos de carrera efectivos que quisiéramos en funciones muchos más años y ayudarnos a no olvidarnos de los malos que a veces confían en nuestra mala y/o selectiva memoria historia.

 

"Los funcionarios públicos deben de resignarse a vivir, en la honrosa medianía que proporciona la retribución que la ley les señala". 
BENITO JUAREZ

 

Pregunta:    En el quehacer de todos nosotros, no debería la recompensa ser equitativa a el desempeño/responsabilidad?  Entonces, Queremos realmente funcionarios públicos resignados y honrosamente medianos?

 

Rodrigo Cotera

 
From: rodolfo bermejo  
Sent: Thursday, October 01, 2009 11:30 PM
Subject: cosas terriblemente ciertas

No suelo reproducir textos negativos ni tampoco malos augurios que la mayor parte de ellos son infundados, pero pocas veces he encontrado una explicación mas clara que lo que le pasa a nuestra democracia y a la relación tan deteriorada entre los partidos políticos. Resumo aquí algunos párrafos que me parecieron de interés y agrego un comentario: 
El decoro es una virtud indispensable en un político. Desgraciadamente, no solo se ha perdido sino que hay quienes piensan que estorba, igual que la ética y el pundonor. Luchar por rescatar estos valores en la vida pública, no es cosa menor, es algo de vida o muerte para la democracia en México.
rb.
 
Sobre el decoro institucional
Jesús Silva-Herzog Márquez  Visita su BLOG
28 Sep. 09. REFORMA.

Las instituciones del liberalismo democrático se presentan como dispositivos del realismo cínico. Partiendo de la convicción de que el resorte de la acción política es el apetito de poder, se diseñan de tal modo que la ambición compense la ambición. Así lo dijo Madison en una famosa entrega de los documentos federalistas. Se confía así en los beneficios del conflicto: el choque de los apetitos como barrera contra el abuso. Cuando el poder se reparte y se enfrenta tenderá a distribuir sus beneficios a distintos grupos, impedirá la arbitrariedad, se acercará al interés común. La oposición combativa cancelaría así el capricho acercando la política al bien público.

Pero, ¿garantiza esa estructura mecánica de aceleradores y frenos el funcionamiento de un gobierno democrático?  Puede pensarse, que el funcionamiento eficaz de la maquinaria depende de un doble impulso: la perspectiva del interés propio pero también cierta noción de un propósito colectivo, cierta idea común de lo aceptable. Pienso en esto a partir de nuestra experiencia: las instituciones democráticas mexicanas han integrado desde hace más de 10 años la diversidad. 
 
El presidencialismo instituye el conflicto y demanda la colaboración entre poderes. En esa lógica contradictoria está su secreto. Debe ventilarse el conflicto y, al mismo tiempo, encontrarse la colaboración. La labor de los actores políticos es conducir con astucia las diferencias para afirmar oposición y cooperación. ¿Basta la mirada en el interés propio e inmediato de cada uno de los actores para que el régimen funcione? ¿Trasmuta en beneficios colectivos la compleja tubería de los egoísmos? Parece que no. Si algo han sabido cuidar los partidos políticos en años recientes es su propio interés. Los grandes beneficiarios del cambio democrático han sido, sin duda, ellos y han actuado muy racionalmente para favorecerse. En ese aspecto, han sabido descifrar la mecánica institucional y sacarle provecho. En términos de racionalidad utilitaria, nuestros partidos son máquinas ejemplares. Sospecho que el problema está en otra zona: no en el territorio de la racionalidad mecánica sino en el sentido del decoro institucional.

Acudo a esta noción de aromas victorianos porque alude a criterios de decencia que hemos perdido en el ámbito político y que incluso creemos insensato registrar. Lo público no es un espacio presidido por el sentido de lo razonable. Los actores institucionales se mueven dentro de los contornos de la legalidad para producir aberraciones. Es por ello que puede hablarse de una indecencia institucional: órganos del poder público empleados abiertamente para procurar el beneficio privado; normas que se cumplen para torcer su propósito; agentes institucionales que actúan en abierto desacato de su función.

El decoro democrático está en sus razones. Tras la aritmética de las decisiones debe existir una argumentación que justifique los méritos de la acción. Esa exigencia permite que ingresen al espacio público los intereses, las razones, las propuestas que se revisten de un argumento públicamente razonable. Así los actores políticos están obligados no solamente a decidir sino a explicar su decisión. Fundamentar en público antes de decidir.
La falta de decoro institucional, la incapacidad para ver más allá del interés propio puede seguir pervirtiendo nuestros órganos autónomos subastándolos en el (muy racional) mercado de las influencias.

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rodolfo bermejo r.
"Los funcionarios públicos deben de resignarse a vivir, en la honrosa medianía que proporciona la retribución que la ley les señala".
                                         BENITO JUAREZ


 

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